La bruma y la sombría noche ocultaban tu desconsuelo.
En la umbría tu perfil angelical era un misterio, un enigma que desveló el sol otoñal.
El artista lloró, lamentándose ante la angustia que provocan tantas y tantas acciones injustas.
Su garganta era un pozo anegado por voces que pretendían escalar hacia sus labios, paralizados por la pena.
Un dios clemente agitó sus manos y te dio vida a través de los siglos, hermoso y afligido ángel.
Recojo tu legado, la pétrea lágrima está en mi pecho, una dolorosa espada que me impide sonreír.
SALAMANCA, no te empeñes en hacer llorar a los ángeles, lucharé contra tí, sin tregua!

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