Salamanca, tus lágrimas ya no conmueven y tus palabras están vacías porque has vendido tu color.
Salamanca, conquistaste los cielos, tu nombre viajó sobre océanos plateados para marcarse a fuego en el corazón de mil valles.
Cada ráfaga y fulgor de tu imponente voz, sin fisuras, inundó la sangre de los desconocidos que te convirtieron en ídolo.
Un año en tu casa convertía a los hombres en sabios; un segundo en tu regazo, sabor a eternidad.
Soñar con tu perfil en las lejanas vigilias, nos hizo héroes en días difíciles. Tan lejos, fuimos huérfanos abandonados en el espejismo de tus esquinas, hijos de una madre dormida.
Desamparados aún podemos clamar, ¿Por qué te ocultas en la niebla de los siglos?No te abandonaremos pero, no seremos víctimas de tu miedo.

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Ángela